Para aquellos investigadores que trabajan en la protección de animales silvestres en peligro de extinción, es fundamental hacer un monitoreo de sus poblaciones para poder determinar si es posible intervenir con el objetivo de favorecer su conservación. No obstante, las necesarias tareas de seguimiento pueden ser al mismo perturbadoras para los animales y, por lo tanto, entrar en cierta contradicción con el fin último de las mismas. Por ese motivo, los científicos deben procurar usar las metodologías que generen el menor impacto posible sobre las especies amenazadas.
José Sarasola es investigador del CONICET en el Instituto de Ciencias de la Tierra y Ambientales de La Pampa (INCITAP, CONICET-UNLPam) y director del Centro para el Estudio y Conservación de las Aves Rapaces en Argentina de la Universidad Nacional de La Pampa (CECARA, UNLPam), y hace muchos años que trabaja en un proyecto para la conservación del Águila del Chaco (Buteogallus coronatus), también conocida como Águila Coronada, que le valió ganar el Óscar Verde en 2019.
Recientemente, Sarasola publicó, junto con Diego Gallego, becario doctoral del CONICET en el INCITAP, un trabajo en la revista Remote Sensing in Ecology and Conservation. En el artículo se muestra que el uso drones para el monitoreo de la reproducción del Águila del Chaco genera menor disturbio para las aves, en comparación con el método tradicional de subirse a los árboles y observar qué es lo que ocurre en los nidos.
El Águila del Chaco es una especie representativa de los ambientes semiáridos de la Argentina y actualmente se encuentra categorizada como en peligro de extinción. Su envergadura de alrededor de 1,80 metros y su peso promedio cercano a los 3 kilogramos la colocan entre las aves rapaces más grandes de la región. Sin embargo, el número de individuos adultos de esta especie en términos globales es menor a mil y sus poblaciones se encuentran en declive.
“Cuando empezamos a estudiarla en 2001, era una especie de la cual se sabía muy poco. Durante estos veinte años avanzamos mucho en el conocimiento de su ecología y de sus principales amenazas, y ya desde hace varios años comenzamos a monitorear su éxito reproductivo. Es una especie que solamente pone un huevo por intento de reproducción anual, lo cual hace más crítico su estado de conservación. Nuestro propósito es conocer las posibles causas que determinan el éxito reproductor y ver si podríamos llegar a intervenir para favorecerlo”, explica Sarasola.
En el centro de Argentina, la temporada reproductiva comienza en octubre, cuando las aves empiezan a llevar ramas hacia los árboles en los que arman sus nidos, y sobre la primera quincena de noviembre tiene lugar la puesta del huevo.
“El método tradicional de monitoreo del ciclo reproductivo es subirnos al árbol y constatar que en el nido haya material vegetal fresco o que ya esté puesto el huevo. Esto, además de implicar mucho tiempo y cierto riesgo para la integridad física del investigador, puede generar un disturbio para el animal y, por lo tanto, poner en riesgo el éxito del proceso. Porque si al acercamos, el animal está incubando ese único huevo -algo que desde el nivel del suelo a veces no podemos alcanzar a determinar- es muy probable que salga volando”, relata Sarasola.
Esta situación llevó a que los investigadores pensaran en explorar qué ocurriría si, en vez de treparse a los árboles, comenzaban a usar drones, tanto para observar la presencia de material fresco en los nidos como indicio de actividad reproductora, como para monitorear qué sucedía luego de la puesta del huevo y, finalmente, durante el desarrollo del pichón.
“Para nuestra sorpresa, las águilas no tienen ningún tipo de reacción negativa hacia los drones. Incluso cuando están incubando el huevo o alimentando al pichón, continúan haciéndolo sin inmutarse, mientras nosotros constatamos la actividad en el nido. Otra ventaja del uso de drones es que permite reducir el tiempo de trabajo que lleva el monitoreo del nido a casi una tercera parte”, señala el investigador.
Al finalizar este ciclo, sea cual sea el modo de monitoreo escogido, los investigadores trepan a los árboles y colocan en los pichones un anillo para su identificación y, en algunos casos, un trasmisor satelital que permite obtener información diaria sobre la localización del animal una vez que abandona el nido.
El uso de drones es un tema controversial entre los ecólogos. En general, se lo considera como un elemento con impacto negativo para los animales. En este sentido, los científicos destacan que lo que ellos observaron respecto del Águila del Chaco no es necesariamente extrapolable a otras aves.
“La literatura indica que hay otras aves rapaces que sí reaccionan de manera adversa. Se han registrado casos de Águilas Calvas (Haliaeetus leucocephalus) y Águilas Pescadoras (Pandion haliaetus) que han atacado a los drones, con el riesgo que ello implica para sí mismas. Se sabe también que hay aves acuáticas que reaccionan negativamente frente a los drones, poniendo en riesgo incluso los nidos, pero lo que nosotros descubrimos es que con el Águila del Chaco no ocurre nada eso. Eso nos da pie a pensar que quizás el uso de drones no sea tan negativo per se y que se debe estudiar qué pasa en cada caso, sobre todo porque, además, ofrecen la ventaja de reducir y optimizar muchísimo los tiempos de trabajo”, explica Diego Gallego, quien se sumó al grupo de Sarasola en 2016, justo en el momento que comenzaba la experiencia del monitoreo mediante drones.
A la hora de conjeturar alguna hipótesis que explique los motivos por los cuales el Águila del Chaco puede continuar en lo suyo sin casi inmutarse por la presencia cercana del dron, Gallego supone que puede tener que ver con el tipo de depredadores que esta especie normalmente enfrenta en sus nidos. “Si bien es muy aventurado afirmarlo, es posible que el hecho de que el Águila del Chaco sea un depredador tope del sistema pampeano -lo que significa que no hay otras aves predadoras que se coman a sus pichones ni a sus individuos adultos- explique que al ver un dron de un tamaño no muy grande volando a su alrededor, no se asusten”.
Más allá de que en su caso particular la utilización de drones ha permitido reducir el impacto humano en el monitoreo de los nidos de una especie de águila, los científicos consideran que el uso de esta tecnología para el trabajo con fauna silvestre debe estar regulado y seguir ciertos protocolos que procuren generar en los animales el menor nivel de estrés posible.