Entre 2007 y 2009, un brote de fiebre amarilla arrasó con las poblaciones de monos aulladores, conocidos también como carayá, que existían en la provincia de Misiones. Los ejemplares del aullador rojo (Alouatta guariba clamitans) y del aullador negro y dorado (A. caraya), que durante tres años fueron seguidos y estudiados por en la zona, aparecieron muertos y recién en 2014 hubo nuevos registros de esta especie en una de las campañas realizadas en el Parque Provincial Piñalito.
Para buscar las posibles causas que permitieron que algunos monos resistan al virus que provoca la enfermedad, un grupo de investigadoras e investigadores del CONICET y de universidades de Estados Unidos analizó el perfil genético de los sobrevivientes y detectaron mutaciones en su ADN. Los resultados fueron publicados recientemente en un artículo en el American Journal of Physical Anthropology.
Conocer más acerca de la resistencia a virus que migran de animales a humanos (y viceversa) resulta fundamental en estos tiempos, en los que la pandemia del SARS-CoV-2 obligó a replantear múltiples comportamientos humanos. Aunque los resultados de este trabajo son preliminares y se requerirán pruebas más amplias para confirmar la hipótesis, significan un importante aporte para el conocimiento.
“El mono carayá rojo es la especie más amenazada en Argentina y está incluida entre las de mayor riesgo de extinción en el mundo, por lo que este trabajo busca generar un aporte que nos permita conocer y conservar a los pocos ejemplares que resisten en la selva misionera”, señala Ilaria Agostini, investigadora del CONICET en el Instituto de Biología Subtropical (IBS, CONICET – UNaM) y una de las autoras del estudio.
Durante el brote, los investigadores detectaron que los aulladores negros y dorados fueron los más afectados, por lo que se preguntaron si es que los aulladores rojos podrían tener alguna diferencia genética que los ayude a sobrevivir. Para determinarlo, estudiaron dos genes del sistema inmune, llamados TLR7 y TLR8, que reconocen y destruyen los virus invasores tanto en humanos como en primates no-humanos.
Aunque no se hallaron variantes genéticas entre los monos sobrevivientes y los que murieron en el brote, al comparar las dos especies de aulladores se detectaron tres mutaciones en la secuencia de ADN de individuos aulladores rojos. Dos de estas mutaciones, explican los autores, provocan cambios en una proteína que está involucrada en la detección del virus. Esto podría afectar la respuesta inmune a la fiebre amarilla y explicar por qué hubo más aulladores rojos que resistieron.
Una de las posibles hipótesis que plantean los investigadores es que esta subespecie de monos habría estado expuesta en el pasado a un virus que seleccionó positivamente estas mutaciones genéticas. Para probarlo, serán necesarios estudios con muestras más amplias y en distintas regiones.
Pese al carácter exploratorio de este trabajo, los autores destacan su relevancia en un contexto en el que la interacción de los humanos y los animales salvajes es cada vez mayor. A su vez, resaltan la utilidad de estos datos para las nuevas estrategias de manejo y recuperación de monos que se están diseñando en Argentina, como el Plan de Conservación de Primates, que comenzó a gestarse en 2019 con participación de investigadores del CONICET.
“En el caso particular de los carayá, no debemos perder de vista que tienen un papel fundamental para el cuidado de la salud pública de las comunidades, ya que actúan como centinelas epidemiológicos de la fiebre amarilla. La muerte de los monos en la selva nos da una primera señal de alarma, nos muestra que está circulando el virus y nos permite alertar a los responsables de las estrategias sanitarias para reforzar las campañas de vacunación en la población. Sin monos y sin selva, el virus va a llegar con mucha mayor facilidad a los humanos”, finaliza Ilaria Agostini.