Ana Carolina Ronda fue la única argentina a bordo del buque Maersk Launcher, en el equipo seleccionado por la Autoridad Internacional de Fondos Marinos. Navegó durante dos meses en el Océano Pacifico con el fin de realizar un estudio de impacto ambiental en una zona de interés para la minería submarina.
Tras una convocatoria de la Autoridad Internacional de Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés), dirigida a mujeres dedicadas a las ciencias del mar para embarcarse en una campaña internacional, Ana Carolina Ronda, investigadora del CONICET en el Instituto Argentino de Oceanografía (IADO, CONICET-UNS), fue seleccionada y formó parte del equipo científico integrado por trece varones y trece mujeres de Estados Unidos, Alemania, Chile, México, Italia, Australia, Inglaterra y Escocia.
El buque oceanográfico se adentró en la zona del océano Pacífico conocida como Clarion Clipperton, entre México y Hawai, un área en la que compañías internacionales tienen interés de realizar actividades de extracción de nódulos polimetálicos, que son rocas de minerales, que se acumulan en el fondo marino y que contienen altas concentraciones de metales como el manganeso, el níquel, el cobalto y el cobre.
“Se cree que en el futuro estos nódulos podrían ser la manera de hacer baterías sustentables, por ejemplo, de celulares o de paneles solares, porque, una vez que son extraídos, pueden reutilizarse infinitamente”, explica la investigadora de CONICET.
Los nódulos polimetálicos se encuentran en muchas partes de los océanos del mundo, pero predominan en la zona Clarion Clipperton. Esta región se encuentra dentro de las aguas internacionales, por lo cual, cualquier actividad minera allí es regulada por la ISA, un organismo intergubernamental del que participan 168 países y que fue establecido por Naciones Unidas para supervisar y controlar la exploración y explotación de los recursos en los fondos marinos y oceánicos y su subsuelo, más allá de las jurisdicciones nacionales.
En la campaña, que se desarrolló durante abril, mayo y junio pasados, el staff científico se organizó en diferentes grupos con el objetivo de estudiar cuáles son las propiedades físicas y químicas del fondo marino y las características biológicas de los organismos que lo habitan. “Se espera obtener conocimiento de base que servirá para predecir cuál será el impacto ambiental que tendría la extracción de estos nódulos o hasta dónde se pueden llevar a cabo esas explotaciones”, afirma Ronda.
A bordo del buque de bandera danesa, perteneciente a la compañía Maersk Supply Service, la científica del IADO integró el grupo de geoquímica a cargo de las procesar las muestras de sedimentos y del agua atrapada en el mismo para obtener diferentes determinaciones fisicoquímicas como granulometría, PH, presencia de compuestos orgánicos persistentes o metales, alcalinidad y perfil de oxígeno.
“Trabajaba desde las seis de la mañana a las seis de la tarde, me levantaba muy temprano a desayunar y de allí me iba al laboratorio para tomar la posta de una compañera que hacia el turno durante la noche, ella me indicaba dónde había terminado de procesar las muestras para que yo pudiera continuar con ese procesamiento. El trabajo en el laboratorio era continuo, mientras un grupo trabajaba otro procesaba muestras”, relata la especialista y cuenta que durante los tiempos libres tanto ella como los otros tripulantes se comunicaban con sus familiares, miraban películas, hacían gimnasia, se ponían al día con las noticias de sus países o respondían correos electrónicos.
Ana Carolina Ronda es doctora en bioquímica, durante sus primeros diez años en el ámbito de la investigación científica se dedicó a esa disciplina y a la biología molecular y hace seis años sus preocupaciones sobre el medio ambiente y su interés de orientar sus conocimientos a una ciencia aplicada la hicieron tomar una nueva decisión y su carrera tuvo un giro radical, desde entonces sus estudios se orientaron a temáticas ambientales, buscando determinar biomarcadores o indicadores de alerta temprana de contaminación en diferentes organismos, principalmente en peces y mejillones, y relacionarlos con contaminantes como compuestos orgánicos persistentes, metales pesados y microplásticos.
“En esta campaña oceanográfica ambiental me dieron la oportunidad, además, de obtener muestras de más de 4 mil metros de profundidad para analizar la presencia de microplásticos en sedimentos de fondo marino”, destaca la investigadora y agrega: “Eso fue una novedad y significó mucho para mí, porque en Argentina es más difícil de obtener este tipo de material, y podré utilizarlo para mis proyectos”.