Instructores del área Pensamiento Lógico recorren la provincia para que niños y adultos desafíen su mente con diferentes propuestas que van desde el sudoku al ajedrez.
Para llegar a la Escuela Nº298 en El Rincón, ubicada a 76 kilómetros de Quines, Matías Magallán viajó hasta San Francisco, desde ahí cruzó el dique Las Palmeras, tomó el circuito del pueblo y se adentró hasta el paraje de muy difícil acceso, donde dos de los alumnos lo hacen en mula o a lomo de burro. La travesía larga y agotadora valió la pena, lo esperaban los únicos cuatro estudiantes de la escuela para retomar una jornada de juegos de lógica que la ULP pone a disposición de las instituciones a través de una subárea.
Al igual que Matías, otros 20 instructores que trabajan para la Universidad recorren la provincia para que niños y adultos de 41 parajes desafíen su intelecto con propuestas cognitivas como el jenga, sudoku, el novedoso Shogi (ajedrez japonés), tejo y damas, entre otros. Llegar no siempre es fácil, pero es parte de la política universitaria de la subárea Pensamiento Lógico, de la Secretaría de Extensión y Vinculación.
La casa de altos estudios se rige por un esquema organizativo muy minucioso para que cada instructor pueda concretar un viaje. Así lo explicó el coordinador e instructor Ignacio Segre: “Vivo en Luján y soy coordinador de la zona norte. En nuestro caso somos un equipo de cuatro instructores, que nos reunimos semanalmente para acordar la agenda de viajes y distribuirnos los departamentos de Ayacucho, Belgrano y San Martín”. Y continuó: “Antes de ir a una escuela hablamos previamente con el directivo o con los encargados del circuito, cuando acordamos la visita subimos la agenda a la ULP y al ministerio de Educación para su aprobación. Cuando el Ministerio nos aprueba, vamos a la escuela”.
La recepción es lo más gratificante, coincidieron los instructores. Los alumnos los esperan con entusiasmo renovado, aun cuando el equipo realiza el trabajo desde hace años. “Me gusta llegar con nuevos desafíos, sumarles juegos y hacerles una introducción antes de la práctica. En el medio siempre hay algún desayuno o merienda”, relató Segre.
Los niños no son los únicos interesados en aprender a jugar ajedrez o probar suerte con la Torre de Hanoi. Mabel Giménez, instructora de la región centro, comentó que al llegar a un paraje el director invitó a toda la comunidad a jugar. “Son oportunidades únicas, que nos acercan a personas que quieren aprender, que lo disfrutan en lugares aislados donde no muchos llegan”.