La aviación eléctrica en Argentina ya empezó a escribir sus páginas. A partir de un proyecto surgido en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de La Plata, un equipo de diez ingenieros, docentes e investigadores -acompañados por alumnos becados- desarrolló el primer avión eléctrico del país.
El prototipo AV-100 e-Power, una avioneta de 7 metros de largo propulsada por baterías de litio de fabricación nacional, fue desarrollado dentro de los parámetros de la categoría experimental con un certificado de aeronavegabilidad para investigación y desarrollo. El primer aparato en su tipo a nivel local, fabricado en la planta de la empresa Aviem Aeronáutica, en General Rodríguez, puede llevar hasta dos pasajeros y portar una carga máxima de 180 kilos. Hasta el momento, el grado de desarrollo alcanzado permite totalizar una autonomía de vuelo de una hora.
El decano de la Facultad de Ingeniería platense, Marcos Actis, destaca algunos de los puntos a favor que presenta el revolucionario AV-100 i-Power. “No contamina, abarata las horas de vuelo y el mantenimiento y tiene un costo operativo bajísimo”, subraya Actis.
El diseño del avión eléctrico responde a un modelo matemático planteado conjuntamente durante la pandemia por Actis y el ingeniero aeronáutico Ernesto Acerbo, uno de los gerentes responsables de la firma Avia. En 2004, Acerbo había sido uno de los socios fundadores del Proyecto Petrel, cuando arrancaron los estudios para obtener la certificación de este tipo de avión. La autoridad aeronáutica concedió esa habilitación cuatro años después.
Para dar forma definitiva al avión eléctrico, los dos especialistas -integrantes de la camada de estudiantes de Ingeniería recibidos en La Plata en 1989- se basaron en el exitoso antecedente del micro eléctrico, que habían creado para ampliar la flota de colectivos de la empresa 9 de Julio de La Plata. “El próximo desafío -se entusiasma Actis- es un proyecto eléctrico para el tren universitario de la capital provincial”.
Antes de enfrascarse en ese ambicioso emprendimiento sustentable, la atención de Actis y sus colegas sigue enfocada en el avión, que atraviesa la etapa de montaje, ajuste y controles del fuselaje, hélice y el motor liviano y de alta eficiencia Brushless, dentro del hangar de la Facultad de Ingeniería en el Aeroclub de Ensenada.
Una vez completado ese ciclo, el aparato volverá a ser trasladado a la fábrica de General Rodríguez para que le sean instaladas las alas, antes de ser examinado por los inspectores de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC) y de que empiecen a sumarse 40 horas de pruebas de vuelo, un ensayo necesario para determinar la performance, testear el rendimiento y consumo de las baterías de litio -entre otros parámetros- y avanzar en el proceso de matriculación.
“En Europa están expectantes con este tipo de proyectos porque baja mucho el costo operativo y hay una fuerte campaña a favor de reducir la huella de carbono. En cinco años van a estar volando muchos aviones eléctricos, aunque ya lo hacen algunos planeadores en Eslovenia y están instalando los primeros puestos de carga en aeródromos”, proyecta con optimismo Acerbo. La empresa que conduce apunta a ofrecer su pieza más novedosa a aeroclubes y escuelas de vuelo.
“En el mundo hay muy poca normativa sobre la materia. Todavía se está escribiendo, mientras está en constante evolución”, deja en claro Acerbo, en referencia a las escasas leyes dispersas sobre aviación eléctrica, mayoritariamente establecidas por la Sociedad Estadounidense para Pruebas y Materiales (ASTM, por su sigla en inglés) y la Autoridad Europea de Aviación (ASTM).
“En un marco mundial de cambio climático y tendencia hacia la movilidad eléctrica queremos devolver a la universidad, sin ánimo de lucro, todo lo que nos aportó, a través de un proyecto sustentable”, resume Actis la obra cumbre en la que está embarcado. Su deseo terminará de cristalizarse en poco tiempo, cuando el AV-100 e-Power despegue y levante vuelo sin hacer ruido.
Fuente: Clarín